miércoles, 23 de diciembre de 2009

El 31 de diciembre, ¿nadie morirá?


En un país cuyo nombre no será mencionado se produce algo nunca visto desde el principio del mundo: la muerte decide suspender su trabajo letal, se va de vacaciones y la gente deja de morir. La euforia colectiva se desata, pero muy pronto dará paso a la desesperación y al caos.

Sobran los motivos. Si es cierto que las personas ya no mueren, eso no significa que el tiempo haya parado. El destino de los humanos será una vejez eterna. Se buscarán maneras de forzar a la muerte a matar aunque no lo quiera, los ancianos serán detestados por haberse convertido en estorbos irremovibles. Hasta el día en que la muerte decide volver...

El ganador del Premio Nobel de Literatura José Saramago, desarrolla una narrativa que se sitúa en el centro la perplejidad del hombre ante la posibilidad de vivir eternamente, en "Las intermitencias de la muerte", un libro sencillo e interesante que propone desde un comienzo la idea de no morir, aún si llegáramos a desearlo.

Todo comienza un 31 de diciembre en horas de la noche, cuando la muerte, cansada de trabajar, decide irse de vacaciones y simplemente, nadie muere a partir de la fecha. En un principio, todo es felicidad, se inicia un nuevo año sin muertes ni aparente sufrimiento. Luego, veremos la decadencia y el caos porque los hospitales y hogares de la tercera edad se saturarán a más no poder. Las funerarias se quedarán sin trabajo, y ¿quién contratará un seguro de vida sabiendo que es imposible morir?

La obra se desarrolla siempre girando sobre este tema y sus repercusiones. Todo el libro tiene el toque inconfundible de su autor, el escritor portugués José Saramago, quien otorga todo lo necesario para muchas reflexiones personales a lo largo del relato.
Recomendado para adolescentes y adultos.

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